Escultura y pintura románica
Aspecto fundamental del arte románico es la aparición de una escultura monumental que se incorpora al edificio. En este sentido es nota esencial la llamada “ley del marco”, según la cual las formas escultóricas se someten a la arquitectura, de tal manera que la escultura está determinada por el espacio arquitectónico que ocupa. Tanto las representaciones en los capiteles de las columnas, como las esculturas que se adosan a los fustes de éstas, así como también la distribución de figuras en los tímpanos, se ajustan al espacio arquitectónico, por lo que se pierde el concepto de canon clásico, y más que la belleza en la forma al escultor le preocupa fundamentalmente la expresión.
En la concepción de la escultura domina tanto el carácter significante de la imagen –interesa más lo que se representa que la belleza de la forma-, como el carácter docente, pues es el contenido, es decir, su significación, lo que importa. De ello se deriva el predominio del carácter simbólico de la escultura y su preocupación por expresar los problemas del mundo y la majestad de la gloria divina. Surge el mundo diabólico, el mundo de los pecados, y simultáneamente, la figura del Pantócrator, es decir, la del Todopoderoso que bendice a los justos en su carácter de juez en el Juicio Final.
Como ejemplos internacionales sobresalen los tímpanos franceses como el de Mossaic, y en la Península el claustro de Silos y el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela.
Igual que la escultura, la pintura románica se incorpora plenamente al templo, aplicada a los muros. La técnica seguida es la llamada al fresco. En el ábside de las iglesias románicas se suele situar el Pantócrator y los cuatro evangelistas, es decir, el Tetramorfos. El Pantócrator sedente tiene el libro de la vida en su mano izquierda, bendice con la derecha, y está rodeado por la mandorla o la almendra mística, que simboliza el resplandor de la luminosidad divida.
En España tienen singular importancia los abundantes ejemplos de iglesias pirenaicas, especialmente las pinturas románica de la iglesias de Sant Climent de Tahüll, y también el Panteón Real de San Isidoro de León.